Poblado en sus inicios por una mayoría de genoveses pobres, el popular y colorido barrio de Buenos Aires, cuenta con un anecdotario desopilante que explica mucho de su actual fisonomía.

Desembarcaron ahí mismo, en la boca del Riachuelo, y ya no se alejaron del puerto, en una especie de indecisión entre quedarse a «hacer L’América» o regresar a la añorada Italia. Habían hecho un largo viaje. Acarrearon consigo la esperanza, las recetas de la fugazza y la fainá, el dialecto genovés, unas ideas entre socialistas y ácratas, una pobreza que no superarían ni con las inmensas promesas de prosperidad de aquella tierra Austral, el sentido del humor y un ánimo festivo que –a pesar de la melancolía tanguera–, hasta hoy campea en las calles del barrio de La Boca, de la mano de las murgas carnavaleras y la pasión por el fútbol. Los inmigrantes genoveses son los principales protagonistas de cualquier explicación que se quiera ensayar sobre la fisonomía de uno de los barrios más pintorescos de Buenos Aires.

 

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Las «mareas» del Río de la Plata, hacían desbordar con frecuencia las costas del Riachuelo. Pero los genoveses que llegaron a la Argentina entre 1830 y 1850 hicieron caso omiso del inconveniente y fueron construyendo sus casas de madera y lámina junto al puerto. Los restos de pintura que quedaban en los astilleros luego de remozar algún que otro barco, eran bienvenidos en las paredes de los «conventillos» (vecindades). Los colores brillantes del esmalte cubrían a cuadros el barrio, según el capricho de la cantidad sobrante. De ese modo casual, La Boca adquirió el sello de identidad que lo distingue.

Aunque las obras realizadas en el barrio de la Boca hace unos años solucionaron el problema de las inundaciones, la cuestión les valió el apodo de «bosteros» (mejor no dar detalles, pero es por aquello que puede emerger de las contaminadas aguas del Riachuelo) a los hinchas del club Boca Juniors, quienes gustan del calificativo y lo asumen con dignidad. Aunque, los fanáticos del equipo de fútbol de la ribera también suelen llamarse «xeneixes» (que quiere decir «genovés» en dialecto) o «la doce», en referencia al jugador extra que constituye la hinchada con su aliento.

«La Bombonera», como se conoce al estadio del club de los amores de Diego Maradona, está ubicada en la calle Brandsen 805 y es una cita que el viajero no debe obviar, aunque no se juegue ningún partido.

La rivalidad River Plate-Boca Juniors también tiene sus razones en el barrio de la ribera, ya que ambos clubes tienen allí su origen. River Plate se mudó hace años al norte de la ciudad, pero aún conserva en la camiseta, blanca con una diagonal roja, sus raíces italianas, pues esos son los colores de la bandera genovesa. Los hinchas de Boca, privados ya en sus inicios de esos tonos, dejaron al azar la elección de otros que los identificaran: llevarían los colores de la bandera del primer barco que entrara al puerto al día siguiente. El buque era sueco, azul y amarillo. Un mural de Benito Quinquela Martín, pintor y filántropo local que ganó fama internacional, ilustra esta anécdota en el vestíbulo de entrada del estadio.

Ansias independentistas

Pero no sólo de fútbol se vive en La Boca. Intelectuales bohemios, artistas, ácratas y bromistas completan el paisaje del barrio. Aunque también habría que mencionar algún que otro marginal, para advertir al visitante sobre los riesgos de alejarse de los circuitos más turísticos y concurridos.

Cuenta la leyenda que, allá por el año 1882, un grupo de huelguistas genoveses quisieron demostrar su hostilidad con Humberto II, de modo que le enviaron un acta anunciando la fundación de «La República Independiente de La Boca». El revuelo terminó, cuando el mismísimo presidente Julio Argentino Roca fue al barrio a evaluar la situación. Veinte años después, un grupo de boquenses, inspirados por aquel mítico episodio, crearon la «Primera República», que se dedicaba fundamentalmente a organizar fiestas populares y contaba con un estatuto que estipulaba impuestos para los solteros y la expulsión de los extranjeros, especialmente de los del vecino barrio de Barracas. La «Segunda República» se constituyó en 1926 y tuvo entre sus miembros a Quinquela Martín, «Recontra Almirante», y Juan Banchero, «Emperador de la Fugazza» y dueño de la pizzería más tradicional de La Boca. La «Tercera República» se abocó a crear el Museo Histórico de La Boca en la esquina de Brown y Lamadrid.

El visitante interesado en estos ocurrentes personajes no puede dejar de subir hasta la que fuera la casa de Quinquela Martín, en el tercer piso de Pedro de Mendoza 1835, y apreciar su obra de fama internacional. En Caminito, corazón de La Boca, podrá recordar a Juan de Dios Filiberto, autor del tango que hizo famoso al pasaje. Y, por fin, asistir a alguna cantina de la calle Necochea (muy diferentes a las mexicanas, sirven comida italiana y frutos de mar), donde solían reunirse artistas, políticos y deportistas noctámbulos.

Escrito por:Jes Garbarino

Periodista y viajera. Armo la maleta (antes era mochila) cada vez que tengo oportunidad, desde hace más de 20 años.

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