La capital de Estonia, a orillas del mar Báltico, abraza con sus murallas y torres de defensa uno de los conjuntos medievales mejor conservados de toda Europa. Su Ciudad Vieja es de una belleza cautivadora, detenida en el tiempo. Sin embargo, Tallin también sorprende y enamora a quienes buscan novedad, con su Ciudad Creativa de Telliskivi y el barrio de pescadores Kalamaja.

La primera impresión de Tallin los viajeros suelen obtenerla desde el mar. Así pueden ver a la Ciudad Vieja amenazar al cielo con sus muchas agujas y a la antigua zona industrial de Telliskivi y Kalamaja hacer lo propio con unas enormes chimeneas. 

Vista panorámica de Tallin desde el mar Báltico, Estonia.

Aunque cuenta con un aeropuerto cercano y también se puede acceder a Tallin por carretera desde las ciudades de Riga y San Petersburgo, lo cierto es que la mayor parte de los viajeros llegan a la capital de Estonia en alguno de los cruceros que recorren el mar Báltico o en el ferry que cruza el golfo de Finlandia desde Helsinki, distante a 82 kilómetros. De hecho, el viaje de dos horas y media en ferry desde Finlandia en un barco con tienda libre de impuestos, música en vivo para bailar, máquinas tragamonedas y karaoke, entre otras atracciones, explica en parte el esplendor económico que vive Tallin, puesto que cientos de finlandeses visitan la ciudad cada día para hacer compras a precios más bajos y, de paso, disfrutar el descanso y la diversión en una ciudad bella y agradable.

En conjunto, la ciudad propone contrastes interesantes, siempre hermosos, que la mayoría de los visitantes recorren a pie en un día, aunque lo recomendable es quedarse como mínimo una noche, para descubrir sus aspectos más auténticos y singulares. La Ciudad Vieja o Vanalinn, rodeada por una muralla y una veintena de torres de defensa, es una joya medieval perfectamente conservada que invita a soñar con el pasado. En tanto, los barrios aledaños de Telliskivi y Kalamaja, con su pasado industrial, su impronta soviética, su vocación creativa y el pintoresquismo de las casas de colores, ofrecen un contrapunto vanguardista, bohemio y vibrante.

Vanalinn: aires del Medioevo

Casi dos kilómetros de una gruesa muralla, de entre 13 y 16 metros de altura, además de una veintena de torres, demarcan los límites de la Ciudad Vieja de Tallin, que fue incluida en la lista de Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco desde 1997. El hermoso conjunto medieval está claramente dividido en dos partes: la zona baja, donde se encuentra la Plaza del Ayuntamiento (Raekoja plats), y la Colina de Toompea, desde donde se pueden obtener algunas de las mejores panorámicas de Tallin. 

El corazón de Vanalinn es la plaza central donde se levanta el ayuntamiento, construido en estilo gótico entre 1371 y 1404, cuya torre de 64 metros de alto está coronada por una veleta con la silueta de un viejo guerrero conocido como Vana Toomas, que es símbolo de la ciudad. 

Muy cerca se encuentra también una farmacia que brinda servicio ininterrumpidamente al menos desde 1422 y es considerada la más antigua de Europa. Allí todavía se pueden comprar medicinas modernas o visitar su espacio de exhibición con interesantes objetos antiguos y vistas al ayuntamiento.

Desde este punto, resulta buena idea caminar sin rumbo por las calles empedradas, atentos a los tesoros arquitectónicos que aparecen al paso, mientras se buscan algunos hitos imprescindibles. 

La calle Pikk (que en estonio significa “largo”), atraviesa buena parte de la Ciudad Vieja y conserva las antiguas casas de los gremios alemanes, además de la iglesia de San Olaf, con su imponente torre de 124 metros de altura. Así, en esta calle se encuentra la casa de la Hermandad de los Cabezas Negras, de jóvenes comerciantes solteros, consagrados al santo africano Mauricio, cuya puerta de estilo renacentista es un imán para los amantes de la fotografía. Otro edificio notable ubicado a metros de la calle Pikk es la iglesia del Espíritu Santo, que con su estilo gótico cuenta con al menos dos récords: poseer la torre más antigua de Estonia, de 1433, y el reloj más viejo de Tallin, de 1684.

Otra de las calles favoritas de los visitantes es Rataskaevu, pues conduce a un hito más de la Ciudad Vieja, la iglesia de San Nicolás. También en la parte baja de Vanalinn, el pasaje de Santa Catalina (Katariina Käik) es otra atracción imprescindible, que parece conducir a un viaje en el tiempo mientras une las calles Vene y Müürivahe. 

Abrazo de piedra

Las murallas de Tallin empezaron a construirse en el siglo XIII y conservan el mismo aspecto desde hace seis siglos. De las 46 torres que componían el perímetro defensivo han sobrevivido la mitad y son un atractivo tan portentoso como bello e ineludible. A menudo, la primera inmersión de los viajeros en el mundo medieval de Tallin se hace a través de la Puerta de Viru, que es el ingreso para quienes llegan desde el puerto de la ciudad y que está flanqueada por dos grandes torres de piedra. Otra de las puertas de la muralla que sobrevivieron al paso del tiempo es Rannuvärav, que está junto a la torre conocida como Margarita la Gorda (Paks Margareeta), donde se encuentra el Museo Marítimo, sobre la calle Pikk, en el extremo de la ciudad que da hacia el mar. 

Por su parte, Kiek in de Kök (se traduce como “vistazo a la cocina”) es una imponente torre defensiva de 38 metros de alto que alberga un museo histórico y se ubica en el extremo opuesto, al sur de la ciudad. Desde allí se accede además a un sistema de túneles. Luego, también es posible visitar las torres Nunna, Sauna y Kuldjala.

Pero quienes deseen obtener una panorámica de las murallas y las torres, deben subir a la parte alta de la Ciudad Vieja, la colina de Toompea, y disfrutar las vistas desde los miradores de Patkuli y Kohtuotsa. 

En la colina de Toompea sobresale la catedral ortodoxa de Alexander Nevski con sus cinco cúpulas negras y sus once campanas. Justo enfrente se encuentra el Castillo de Toompea, de un característico tono rosado y estilo barroco, que actualmente alberga el Parlamento de Estonia (Riigikogu). A pocos metros está también la catedral luterana de Santa María, que comenzó a construirse en 1229 y fue objeto de muchas remodelaciones a lo largo de la historia. 

Paladares de ayer y hoy

Probablemente llegado este punto, la caminata abrió el apetito del viajero y se esté preguntando qué se puede comer en Tallin. Quienes quieran cerrar el paseo por la Ciudad Vieja con una comida al estilo medieval, pueden regresar a la Plaza del Ayuntamiento para elegir uno de los restaurantes que se disputan el favor de los turistas. Algunas opciones pueden ser Rataskaevu 16, Von Krahli Aed, Olde Hansa, III Draakon o el muy sofisticado Restoran Ö.

Pero si al viajero ya le urge un poco de vanguardismo y propuestas gastronómicas llenas de creatividad, nuevas técnicas y productos locales, lo mejor es encaminarse a las afueras de las murallas de Tallin, más precisamente a los barrios de Telliskivi y Kalamaja, la zona industrial de nuevos aires creativos y bohemios, ubicada a apenas diez minutos caminando de Vanalinn. Dos sugerencias interesantes para comer en la zona hipster: busca los restaurantes Kohvik Sesoon o F-hoone.

Kalamaja: pesca, industria y bohemia

¿Qué tienen en común los pescadores, las industrias pesadas, el arte callejero, el diseño, la fotografía, la moda y la vibra hipster? La respuesta es Kalamaja y Telliskivi.

Una vez que se baja de la colina de Toompea, hay que atravesar los jardines ubicados donde antaño estaban las fosas defensivas de la ciudad y se llega de inmediato al moderno mercado Balti Jaama, ubicado junto a la antigua estación de trenes que comunicaba a Tallin con San Petersburgo durante los años en que Estonia pertenecía a la Unión Soviética y que fue el detonante de la proliferación de industrias pesadas en la zona. 

Originalmente, el área costera ubicada al oeste del puerto y de Vanalinn era un barrio de pescadores; de hecho, kala quiere decir “pesca” en estonio y maja, “casa”. Con la industrialización soviética el lugar comenzó a ser habitado por obreros que trabajaban en las fábricas y vivían en unas pintorescas casas de madera de dos y tres pisos, construidas hace cien años, que todavía se conservan y que en algunos casos están catalogadas dentro de un estilo arquitectónico conocido como Casas de Tallin.

Aunque el barrio estuvo algo abandonado un tiempo, pronto fue “descubierto” por artistas y pioneros urbanos que renovaron su espíritu, dando paso a cierta gentrificación. En total, el paseo por estas calles resulta hoy tan agradable como fotogénico. 

Con un poco de tiempo, además de pasear entre las pintorescas casas de colores, en Kalamaja se pueden visitar algunos de los museos más innovadores de la ciudad, como el Puerto de Hidroaviones (Lennusadam), el PROTO Invention Factory (PROTO Avastustehas) o el Energy Discovery Centre (Energia Avastuskeskus), además de centros culturales ubicados en viejas fábricas, como el Kultuuri Katel, o el distrito Noblessner. 

Y, por cierto, si alguien se quedó con hambre (o no), habrá que buscar la panadería Pagarikoda, para probar los panes dulces más deliciosos de la ciudad.

A continuación, se puede ir siguiendo el rastro de los murales que decoran las paredes de la antigua zona industrial para llegar a la llamada Ciudad Creativa de Telliskivi. 

Un dato curioso sobre los murales es que muchos fueron pintados por artistas mexicanos durante un evento llamado Mextonia, durante el cual México le regaló a Estonia estas obras de arte callejero para celebrar los cien años de su independencia. 

Telliskivi, corazón creativo

El centro neurálgico de la novedad y la vida alternativa de Tallin es Telliskivi Loomelinnak, donde una serie de fábricas e instalaciones ferroviarias se convirtieron en estudios de diseño, cafés y bares de moda, cervecerías artesanales, salas de teatro, tiendas vintage, restaurantes con ideas originales, donde además hay propuestas de arte contemporáneo en cada rincón, puestos de comida callejera de todas partes del mundo, galerías y espacios para eventos o conciertos. 

Telliskivi, que en estonio quiere decir “ladrillo”, es también sede del centro de fotografía de renombre internacional Fotografiska Tallinn, hermano de Fotografiska Stockholm, inaugurado en 2010.

Así, Tallin cierra un círculo perfecto y armonioso, que comienza en el medioevo y culmina con la creatividad de las mentes más abiertas y vanguardistas de Estonia.

Publicado en la revista Hotbook, tomo 039, diciembre 2020.

Escrito por:Jes Garbarino

Periodista y viajera. Armo la maleta (antes era mochila) cada vez que tengo oportunidad, desde hace más de 20 años.

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