Desde Ciudad Ho Chi Minh hasta Phnom Penh, de Vietnam a Camboya, se navega entre el asombro y la fascinación por las aguas del río Mekong, a bordo del crucero Aqua Mekong.
La vida transcurre a flote sobre las aguas del río Mekong, cargadas del limo que nutre los campos de arroz. La vida de quienes consiguen todo su sustento de ese trajinar líquido. Y también la vida de los que un día tenemos la suerte de ser viajeros que recorren esos rincones sorprendentes a bordo de un pequeño crucero de lujo.
El movimiento es casi imperceptible. Sin embargo, entre dos márgenes, sin prisa y sin pausa pasan ante nuestros ojos las pagodas abigarradas, con sus cuernos que apuntan al cielo; los mercados, flotantes y de tierra firme; las culturas, la espiritualidad, la gente, con su singular forma de vivir en el río, con el río, del río…
Descubrimos frutos que no habíamos visto jamás y cuyos nombres nos resultan impronunciables, pero aún así los probamos, por supuesto. Caminamos descalzos, casi en un susurro, por espacios sagrados y conmovedores. Nos regalan sonrisas generosas aquí y allá. Visitamos talleres artesanales donde unas manos veloces hacen maravillas con la seda, el barro, la plata. Andamos en bicicleta por pueblos orilleros montados sobre palafitos, donde nos saludan al paso con un hospitalario “hello”. Caminamos cuesta arriba, siguiendo la hilera de stupas, cada una más espectacular que la anterior. Nos preguntamos por qué los barcos tienen cara en esta parte del mundo… Navegamos entre la fascinación y el asombro. Aunque el movimiento sea casi imperceptible.
La hipnótica levedad del flotar
El crucero Aqua Mekong –con 20 espaciosos camarotes y todo el lujo a bordo– va y viene entre Vietnam y Camboya, siguiendo diferentes rutas según la temporada. Las travesías pueden ser de cuatro o siete noches y es posible embarcar en My Tho, Vietnam, que es el puerto más cercano a Ciudad Ho Chi Minh (Saigón) o en Phnom Penh, capital de Camboya. Cuando las lluvias son abundantes y el río navegable en tramos más extensos, también se incluye la posibilidad de desembarcar en Chong Kneas, muy cercano a Siem Reap, Camboya, desde donde se visitan las ruinas de Angkor.
DÍA UNO
My Tho, Vietnam
La cita es a mediodía en el hotel Park Hyatt de Saigón (Ciudad Ho Chi Minh), donde abordamos una camioneta acompañados de uno de los guías del crucero, quien nos va contando una serie de datos interesantes sobre Vietnam y Camboya durante nuestro camino al puerto de My Tho. Tenemos suerte, nos adelanta: justo llegaremos a Camboya para celebrar el Año Nuevo Khemer, una de las fiestas más importantes y pintorescas del país, que dura tres días.
A bordo nos esperan con toda clase de detalles y atenciones, mientras que de unos raros (o más bien desconocidos por nosotros) instrumentos musicales salen acordes tradicionales vietnamitas. Al fin, el Aqua Mekong se pone en movimiento, aunque apenas si lo percibimos.
DÍA DOS
Sa Dec y My An Hung, Vietnam
Hay opciones: la primera mañana a bordo podemos elegir entre el recorrido en bicicleta por la isla Binh Thanh o la visita al mercado de Sa Dec con el chef del barco, Adrian Broadhead. Amo los mercados, así que no hay mucho que pensar. Y además creo sentir que mi cámara se estremece ante la simple idea de todo lo que habrá de hacer en esa promesa de color, luces y exotismo. Como si fuera poco, ya de camino en el skiff (lanchas rápidas del crucero) nos advierten que la gente de Sa Dec es sumamente amable y que no tiene ningún reparo en dejar que la retraten desplegando grandes sonrisas bajo el non la(ese sombrero cónico tan típico de Vietnam) o entre montones de productos que no logramos reconocer del todo, pero que el chef Adrian señala, describe, nombra, ofrece para probar…
La fascinación no ha cedido ni un poco cuando, de pronto, hacemos un giro hacia el romanticismo. Paramos en una fastuosa casa de antaño que perteneció al amante de la escritora Marguerite Duras, cuya aventura de adolescencia se hizo célebre gracias a su novela El amante, que fue llevada al cine con lujo de erotismo, algo que nuestra guía –sonrojada– describe como “very sexy”.
La última parada de la mañana es en la pagoda Kien An Cung, donde el sol pone el acento en diferentes detalles de su intrincada decoración.
Por la tarde también hay dos opciones: paseo en bicicleta por My An Hung o navegar en skiff por el canal My Luong. Pero ambas se juntan en el centro del pueblo, donde nos tienen preparada una degustación de frutas locales. Luego, una encantadora pareja de ancianos nos ofrece su música con notas llenas de melancolía. Y, por último, los niños de la comunidad, ataviados con coloridos trajes, ponen en marcha su danza del Unicornio.
DÍA TRES
Chau Doc, Vietnam, y cruce fronterizo
El recorrido por el mercado flotante de Chau Doc –ya muy cerca de la frontera entre Vietnam y Camboya– fue el momento más emocionante del día para mi atareada cámara de fotos. Los barcos con caras que espantan a los espíritus del río, cargados de frutos, hicieron que mi dedo no parara de martillar sobre el obturador. El camino hasta allí, por el canal Bassac, también ofreció postales sorprendentes, como la del extraño sistema de pesca que puso en marcha una mujer a nuestro paso, con redes levadizas, palancas y poleas.
Esa misma mañana, también tuvimos chance de dar un corto paseo en rickshaw (pequeño vehículo de dos ruedas tirado por una bicicleta) hasta otro mercado, este de tierra firme, aunque no menos interesante, en Chau Doc, y visitar la pagoda de Long Son.
Por la tarde, mientras los guías del barco hacían nuestros trámites migratorios en la frontera para ingresar a Camboya, permanecimos a bordo y aprovechamos para tomar una clase de cocina vietnamita, que nos hizo descubrir los secretos de la preparación de los banh trang cuon (una especie de rollos primavera crudos) y el pescado amok. Y volvimos a comer, por qué no. Si todo lo que te sirven en el barco está delicioso (del primer croissant de la mañana hasta el último curry, e incluso lo que uno, con falta de pericia, llega a elaborar) y nadie está a dieta.
DÍA CUATRO
Koh Oknha Tey y Preah Prosop, Camboya
Al cuarto día amanecemos en Camboya y tomamos el skiff para visitar Koh Oknha Tey, donde nos esperan con unos pintorescos tuk-tuk para llegar primero a un templo que tiene adosada una escuela y luego a un taller de seda. Aunque es feriado, porque pronto comenzarán los festejos del Año Nuevo Khemer, los niños acuden al salón de clase a saludar a las visitas, que somos nosotros, y obsequiarnos algunas bellas canciones tradicionales.
Por la tarde elijo la opción que incluye pedalear por las calles de Preah Prosop y visitar su mercado. Ya había dicho que me gustan los mercados, ¿verdad? Pero esta vez las sonrisas se despliegan en torno a la típica bufanda camboyana, llamada krama, que usan con muchísimos propósitos: desde para cubrirse la cabeza hasta como cinturón.
Al final del recorrido, nos reunimos en un templo con los otros pasajeros, que eligieron la opción de remar en kayak, para conversar con unos monjes que nos cuentan sobre el budismo theravada y su forma de vida.
DÍA CINCO
Phnom Penh, Camboya
El quinto día llegamos a la capital camboyana, donde desembarcan los pasajeros que optaron por la travesía de cuatro noches. De modo que, mientras una parte de nuestros compañeros de viaje van al aeropuerto para tomar su vuelo a Siem Reap, el resto dedicamos el día a recorrer la ciudad, que tiene algunos hitos verdaderamente fabulosos, como el Palacio Nacional o el Museo Nacional, donde uno no logra decidirse sobre si es más impresionante el edificio o su contenido. También visitamos el Mercado Central y, por la tarde, tenemos una cita con la historia más triste de Camboya en el Museo del Genocidio Tuol Sleng, que fuera un centro de concentración y tortura durante los años de la dictadura de los jemeres rojos.
Por último, ¿por qué no visitar oooootro mercado? Hay uno llamado Mercado de los Rusos. ¿A qué se debe ese nombre? A que lo frecuentaba mucha gente de esa nacionalidad, nada más, puesto que todo lo que allí se ofrece es muy camboyano.
DÍA SEIS
Koh Chen y Kampong Prasat, Camboya
El día empieza en Koh Chen, con una visita a un taller donde graban manualmente diferentes objetos de plata. Una artesana jovencísima, casi una niña, nos muestra martillo y cincel en mano, cómo se obtienen unos resultados que han hecho famoso a su pueblo. De camino en tuk-tuk a la siguiente parada, nos sorprende un templo que no estaba particularmente destacado en el itinerario… hacemos una parada rápida y, aunque no logramos averiguar su nombre, sí le tomamos muchas fotos. Siento que en las márgenes del Mekong, del lado camboyano, puedes descubrir una pagoda cada 500 metros, cada una más bella que la anterior. Al fin llegamos a una plantación de flores de loto, que son parte de la iconografía religiosa y que tienen unas semillas que probamos.
La siguiente parada es en un centro ceremonial que tiene adosado un mercado donde ofrecen comidas que nos resultan muy exóticas y cuyos nombres ni logramos pronunciar. Sin embargo, acepto probar una pequeña rana frita entera, que cruje en mi boca y, contra todo pronóstico, ¡me parece deliciosa!
Tras la extraña experiencia culinaria, emprendemos una caminata cuesta arriba, que nos va llevando de stupa en stupa, cada una más elevada y magníficamente decorada que la anterior. El calor es abrasador, pero pronto llegamos a la más alta, desde donde las vistas también son espectaculares. Desde allí, descendemos al centro de meditación Vipassana Dhura, que ya habíamos observado desde las alturas.
Por la tarde, aprovechamos para remar sobre los kayak del barco entre las “calles” de la pintoresca aldea flotante de Kampong Prasat, al tiempo que el cielo nos regala uno de esos atardeceres incendiarios que sólo he visto sobre el río Mekong.
DÍA SIETE
Kampong Chhnang y Kampong Tralach, Camboya
El séptimo día uno tiene la sensación de que ya se acostumbró al asombro, que no será fácil mantener el nivel de fascinación. Sin embargo, nos invitan a un templo para la ceremonia de celebración del Año Nuevo Khemer. La gente vestida con sus mejores galas. Los monjes recibiendo los obsequios de los fieles. Cantidades ingentes de comida bellamente servida cubriendo enormes alfombras. Marmitas con más comida. Recipientes llenos de billetes de baja denominación. Rituales. Música. Tengo la sensación de que a mi alrededor pasan muchísimas cosas que no comprendo a cabalidad.
Todavía impresionada por el festejo, me dispongo a visitar un taller de cerámica en Andong Russei, donde el simpatiquísimo anfitrión nos caracteriza como camboyanos y luego se dispone a trepar una palma, de donde obtiene la materia prima para elaborar una peculiar melaza. Al fin, terminamos el paseo matutino con la demostración de alfarería y la compra de algunos recuerditos.
Por la tarde, como los festejos del Año Nuevo no cesan, vamos a Kampong Tralach donde, hospitalarios, nos invitan a bailar junto a un templo, con todo el pueblo, grandes y chicos, mientras unos monjes musicalizan la celebración y los niños nos manchan la cara con talco.
DÍA OCHO
Phnom Penh, Camboya, y desembarco
Al octavo día llega el momento de desembarcar. Nuevamente tengo la sensación de que nos hemos movido imperceptiblemente, cautivados por la ensoñación que produce la hipnótica levedad del flotar. Sin embargo, como en todo viaje, la experiencia nos modificó, profundamente. El río ahora fluye también por mi alma, con ese trajinar líquido que llena de vida todo lo que toca.
Todos los nombres del río El río Mekong atraviesa siete países asiáticos desde su nacimiento en el Tíbet y corre a mayor o menor velocidad, precipitándose en partes y bifurcándose en otras, hasta el delta que pinta de verde el sur de Vietnam y se derrama en el mar de la China Meridional. Además, a lo largo de 4,900 kilómetros cambia seis veces de nombre: en el Tíbet lo conocen como Dza Chu o “agua que nace de los peñascos”; en China lo llaman Lancang Jiang o “río turbulento”; mientras en Myanmar pasa a llamarse Mae Nam Kong (con la sonoridad más cercana a Mekong), que quiere decir “madre de todas las aguas”; los camboyanos, por su parte, le dicen Tonle Thom o “agua grande”, y por último, en Vietnam, donde forma su famoso delta, lo nombran Cuu Long o “río de los nueve dragones”, por los brazos que solía tener, aunque en la actualidad son sólo siete.
Clima
La temporada de lluvias en el Sudeste Asiático va de mayo a octubre, en esos meses el caudal del río Mekong y del lago Tonle Sap crece considerablemente, algo que hace que varíe el itinerario del crucero. A pesar de las lluvias tropicales (que duran máximo una hora cada día), son buenos meses para viajar, dado que el paisaje está verde, no hace demasiado calor y, gracias a la abundancia de agua, el crucero llega a un puerto cercano a Siem Reap, desde donde se puede visitar Angkor.
Para hacer el viaje: Aqua Expeditions.
Publicado en Nat Geo Traveler Latinoamérica, edición 88.
Un comentario en “RÍO MEKONG: Por las venas de Vietnam y Camboya”