Cantidades ingentes de vino y su entonces novia Linda Lee Beighle acompañaron al escritor Charles Bukowski durante un viaje por Europa en la primavera de 1978. Aunque todavía no era profeta en su tierra, el gran Hank se había convertido en un autor de culto en el Viejo Mundo, de modo que sus editores consideraron que era el momento de invitarlo a dar un recital de poesía y varias entrevistas en Francia y Alemania.
El viaje comenzó de manera estridente en París, donde el escritor protagonizó un escándalo memorable en el popular programa de televisión Apostrophes: con una gran dosis de alcohol en su torrente sanguíneo, no tuvo miramientos en soltar sus verdades, insultar al presentador, Bernard Pivot, que ya no quería dejarlo hablar, y tocarle las piernas a otra invitada.

La gira de Bukowski continuó en Niza, donde los viajeros se reunieron con Serena, la mamá de Linda, mientras que otros parientes procuraron evitar a la pareja, horrorizados por el escándalo televisivo. Más tarde fueron a Alemania, en especial a Hamburgo, para su recital de poesía, y también a su pueblo natal, Andernach. En Mannheim, visitaron a su amigo el escritor y traductor Carl Weissner, en cuya casa pasaron muchas veladas conversando y tomando vino.
“¿Por qué bebo alcohol? Porque ninguna buena historia comienza con un estaba yo comiéndome una ensalada”. Charles Bukowski.
Cuando llegó el momento de regresar a Los Ángeles, Charles y Linda consideraron que era mejor idea cambiar los boletos de avión para partir desde Frankfurt en lugar de París. Carl les consiguió una agencia de viajes y allí una chica les aseguró que estaba todo arreglado.
Pero, unos días después, cuando llegaron al aeropuerto, les informaron que el billete que tenían no era válido, que sólo les serviría de París a Los Ángeles y, si querían volar desde Frankfurt, debían comprar uno nuevo. “¿Quieres decir que con todos estos aviones que tienen aquí, en el aeropuerto, no nos dejarán subir a uno?”, preguntó el escritor desesperado. Y, enseguida, cuando le dijeron cuánto costaba el boleto que necesitaba, el desánimo lo invadió.
“Tenía ganas de tumbarme en el aeropuerto y abandonarlo todo. Conocía a gente a la que le encantaba viajar. Y algunos andaban por oscuros callejones porque había mucha emoción en el hecho de que les podían asesinar”, escribió Bukowski en el relato de su travesía, que se publicó unos meses después.
Pero resultó una mejor idea que Carl condujera hasta la estación de trenes y dejara a la pareja convenientemente instalada en un vagón. En cuanto arrancó el tren, Linda alarmada aseguró que había perdido su bolso con los pasaportes, pero Charles le hizo notar que estaba debajo de su trasero. Luego jugó con su compañero de viaje haciéndole creer que faltaba su boleto de avión. Sin embargo, el engaño no prosperó porque el escritor estaba suficientemente sobrio. Pero no por mucho más: su gran preocupación en aquel momento era que llegara el carrito de la comida para comprar todo el vino disponible, a fin de amenizar las horas de viaje que les esperaban.
Cuando Charles estaba considerablemente borracho, Linda instaló otra duda: “Creo que este tren está volviendo por donde vinimos, me parece recordar todas estas estaciones”. Pero Charles confiaba en su amigo Carl, quien los había acomodado en ese convoy. “Ya sé que tienes un alto concepto de Carl, y es verdad, es un magnífico traductor y amigo y ser humano, pero hay algunas cosas en las que no es muy bueno, cosas como aeropuertos u horarios o trenes”, insistió Linda, para inmediatamente dirigirse al final del vagón y comprobar que el letrero decía “Heidelberg”. Charles necesitó verificarlo con sus propios ojos y la evidencia hizo que lo embargara la zozobra, porque ya le urgía volver a Hollywood, a su anonimato y a su vida cotidiana. Aunque, no todo era tan malo: tenían mucho vino que les había conseguido el encargado del carrito. Pensaron en preguntarle al revisor, pero pasó de largo. Luego a un hombre que no hablaba inglés y se limitó a decirles la hora, tres veces. Por fin, fueron los aduaneros franceses quienes les confirmaron que iban en la dirección correcta.
Fuente: Shakespeare nunca lo hizo, Charles Bukowski, Anagrama.
Ficha Personal
- Henry Charles Bukowski, aunque su nombre de nacimiento fue Heinrich Karl Bukowski (1920-1994).
- Nació en Andernach, Alemania, hijo de madre alemana y padre estadounidense. Por la crisis de la economía alemana luego de la Primera Guerra Mundial, en 1923, sus padres se mudaron a Baltimore y más tarde a Los Ángeles, Estados Unidos, donde vivió la mayor parte de su vida.
- Escritor y poeta, considerado uno de los autores más influyentes de Estados Unidos, prolífico cultor de la escritura independiente y del “realismo sucio” (por la utilización de un vocabulario soez, un estilo transgresor y la insistencia en sus obsesiones). Así, es visto como un icono de la decadencia estadounidense.
- Autor de novelas como La senda del perdedor, Hollywood y Pulp. También publicó libros de relatos como Escritos de un viejo indecente, La máquina de follar y Música de cañerías, entre otros.
- Su vida inspiró las películas Ordinaria locura, El borracho y Factorum.
- Además de Hank, lo llamaban Barfly, por sus borracheras proverbiales.
- Se casó con la poeta texana Barbara Frye, pero el matrimonio duró menos de dos años. Luego tuvo a su única hija, Marina Louise, con su novia Frances Smith. Y por último contrajo matrimonio con Linda Lee Beighle.
- Es considerado el último escritor “maldito” de la literatura norteamericana.
- En su lápida se lee: “Don’t try”.