No le interesaban las rebeliones, la lucha política, ni las antiguas civilizaciones. El arquitecto neoyorquino William Spratling buscaba algo diferente a todo lo que había leído sobre México. Quería dar con la vida cotidiana de un pueblito, llegar a comprender la idiosincrasia de sus habitantes. Y Taxco, la pequeña ciudad que adoptó y amó como propia, cumplía a la perfección los requisitos: era la exacta representación del “pequeño México” que había imaginado.

Las primeras noticias sobre México las tuvo el joven arquitecto y hábil dibujante en la biblioteca de la Universidad de Tulane, Nueva Orleáns, donde daba clases. Dos antropólogos amigos lograron despertar su interés en las antiguas culturas mesoamericanas y lo alentaron a viajar. La oportunidad llegó poco tiempo después, en el verano de 1926, gracias a un encargo para escribir artículos sobre la arquitectura colonial mexicana.

Arquitecto William Spratling.
Arquitecto William Spratling.

Spratling –quien había nacido en Sonyea, Nueva York, el 22 de septiembre de 1900–, llevó consigo cartas de recomendación que lo acercaron a los muralistas. El renacimiento cultural mexicano lo fascinó de inmediato, de modo que regresó varias veces para recorrer el país antes de instalarse definitivamente en Taxco.

Pero el encargo de escribir un libro sobre México determinó la decisión de Spratling de dejar la agitada vida cultural de Nueva Orleáns, para trasladarse al sur. Fue entonces, en 1929, cuando eligió Taxco, lugar que consideraba una especie de México en miniatura, “no hay habitante más mexicano que el taxqueño”, opinaba. Allí encontraría el material que buscaba para el libro que tituló Little Mexico (luego se reeditó en inglés como A Small Mexican World y en español como México tras lomita) y donde vivió hasta el final de sus días.

El ojo en la plata

El adelanto que le dio la editorial al arquitecto para escribir su libro se agotó pronto y las regalías por su éxito una vez publicado no fueron todo lo jugosas que debieran, pues por entonces campeaba la Gran Depresión. De modo que Spratling necesitaba buscar una forma de subsistir. Taxco, en esos años, producía plata que sólo ocasionalmente se trabajaba. Apenas unos pocos artesanos conservaban la tradición platera.

Visionario, el arquitecto intuyó que la plata tenía un gran futuro y montó el ahora legendario taller Las Delicias, donde convocó a trabajar a varios maestros plateros de la zona. Allí probó nuevos métodos de trabajo –que se utilizan hasta hoy en la mayoría de los talleres– y creó sus propios diseños que todavía se siguen reproduciendo, basados muchas veces en motivos prehispánicos. Así comenzó “el renacimiento platero de Taxco”.

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Un pueblo célebre

La fama de Spratling, Taxco y la plata mexicana no tardó en cruzar la frontera hacia el norte. Así, las joyas diseñadas por el arquitecto llegaron a venderse en Neiman Marcus, Saks Fifth Avenue, Tiffany y otras tiendas de renombre. Además, muchos americanos comenzaron a viajar a la pequeña y bella ciudad en busca de los diseños originales de Spratling.

El éxito de su empresa fue tal que el arquitecto tuvo varios talleres y llegó a emplear a más de 400 trabajadores. De forma que Spratling fue el responsable del cambio que experimentó la economía de Taxco y de su fama internacional, al convertirla en un atractivo turístico indispensable.

A Spratling se debe también la tradición de celebrar la Fiesta Nacional de la Plata en Taxco, que coincide cada año con la fecha de fundación del taller Las Delicias.

Blanco, buganvilla y azul

“De Taxco me gustaron dos cosas: primero que no era una ciudad planeada, a pesar de tener monumentos artísticos tan importantes como la iglesia de Santa Prisca y el convento de San Bernardino, la ciudad se formó sola, siguiendo una arquitectura sencilla, con tres colores básicos, el blanco de las paredes, el buganvilla de las flores y el azul que se utilizaba en el marco de las puertas”, comentó cierta vez Spratling a su biógrafo y vecino, Jaime Castrejón Diez.

El arquitecto sabía que era necesario hacer especiales esfuerzos por mantener la belleza de su ciudad adoptiva, “mi pueblo en el sur de México”, como le decía. Varias veces escribió artículos señalando la necesidad de proteger la particular fisonomía de Taxco, ya que opinaba que el auge de la platería no debía conspirar contra los atractivos del lugar. Sus reclamos fueron oídos y, a fines de la década del 30, se formó una Junta de Conservación que “don Guillermo” presidió en varias ocasiones.

Pues Spratling amaba profundamente a Taxco, ciudad donde vivió la mayor parte de su vida, y se consideraba “un taxqueño nacido en Nueva York”.

 

Fuente: William Spratling – Anatomía de una pasión, de Jaime Castrejón Diez, Libros de la Espiral, Artes de México, 2003.

 

LOS RINCONES DE DON GUILLERMO

Museo Guillermo Spratling: Conserva una colección de 293 piezas arqueológicas que recolectó el arquitecto neoyorquino durante su residencia en México y varias piezas de plata con sus diseños, acompañadas de algunos bocetos.

Casa Borda: Primer lugar donde vivió el arquitecto al decidir instalarse en Taxco. Allí rentó un cuarto a doña Victoria Vázquez. La casa, ubicada sobre el lado norte del zócalo, perteneció a José de la Borda, rico minero que, para agradecer su fortuna, mandó construir el templo de Santa Prisca. Hoy funciona como Casa de la Cultura y es sede de la Feria Nacional de la Plata.

Calle de las Delicias: A 100 metros de la Plaza Borda está aún la casa Spratling que dio nombre a su primer y legendario taller y que hoy ocupa el acogedor restaurante S Caffecito. La factoría Las Delicias estaba en la ex Hacienda del Chorrillo –edificio que mandó a construir Hernán Cortés en 1534, donde llegaron a trabajar cientos de artesanos. Ambas propiedades las obtuvo el arquitecto con el dinero que le dio el muralista Diego Rivera, a modo de comisión, por conseguirle un provechoso trato con el embajador norteamericano para pintar unos frescos en Cuernavaca.

Taxco El Viejo: A 16 kilómetros de Taxco, aún puede visitarse el Rancho Spratling (rentan habitaciones en Airbnb). Allí, varios discípulos del arquitecto continúan dando forma a sus famosos diseños. La tienda ofrece joyas, cubiertos, vajilla y hasta botones, que rescatan la inspiración de “Don Guillermo”, como gustan llamarlo los taxqueños.

Calle William Spratling: Un homenaje de la ciudad al mentor del renacimiento de la platería taxqueña y benefactor de la comunidad. Allí un busto lo recuerda.

Tumba de William Spratling: En el Panteón de Taxco, donde lo sepultaron los maestros plateros, tras su muerte en un accidente automovilístico, el 7 de agosto de 1967.

Escrito por:Jes Garbarino

Periodista y viajera. Armo la maleta (antes era mochila) cada vez que tengo oportunidad, desde hace más de 20 años.

Un comentario en “WILLIAM SPRATLING en Taxco: Pequeño México

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