¿Te gusta el contacto directo con la naturaleza? ¿Te emociona descubrir pájaros coloridos entre el follaje de los árboles? ¿Qué tal toparte con un mono capuchino (o muchos) esperando que te distraigas para llevarse tus galletas? ¿O ver una tortuga gigante arrastrándose por la playa para desovar? Si tu respuesta fue sí en cada caso, tienes que viajar a Costa Rica y conocer al menos estos tres parques nacionales.
1. Manuel Antonio

A los lados del sendero, el verde parece impenetrable. Elías, nuestro guía naturalista, con su ojo muy entrenado, vio algo y se apura a afirmar su telescopio en el piso para mostrarnos un quetzal perfectamente camuflado. Estamos de suerte: apenas llegamos al Parque Nacional Manuel Antonio y ya tuvimos chance de observar a su pájaro más venerado. Luego de un rato, excitados por la cantidad de animales que alcanzamos a ver a través del “verde impenetrable”, empezamos a suponer que no es ni suerte ni casualidad, esto está repleto de vida silvestre.

Parador Resort & Spa Punta Quepos: Manuel Antonio Norte, Quepos 6350, Costa Rica. Tel: (+506) 2777 1414.

Al final del recorrido, llega el momento de disfrutar de las playas del parque, que con sus curvas y bahías califican entre las más hermosas del país, que no es poco. Paseo un rato por playa Espadilla Sur y me debato entre el mar, la arena y los monos capuchino –acostumbradísimos a la presencia de humanos– que hacen muy divertido andar con la mirada perdida entre las ramas… aunque también se aventuran en la playa, para robar de algún bolso descuidado algo que les llame la atención.

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Al fin, decido darle uso a mi visor de snorkel para espiar bajo el mar en la playa Manuel Antonio; ya que el área protegida se extiende bajo el agua, allí también lo esperan a uno sorpresas de mil colores y formas. Así confirmo que el tour en catamarán que aparté para el segundo día de mi estancia en la zona será un gran acierto. Y me lo repetí ya in situ, feliz de la emoción, al ver un grupo de delfines nadar junto a la embarcación durante un buen rato. La navegación en catamarán es, en efecto, el complemento perfecto al recorrido terrestre por el parque: ofrece la oportunidad de ver este tesoro verde desde otro punto de vista y te lleva a algunos lugares perfectos para esnorquelear, algo apartados de la costa.

2. Braulio Carrillo

Conducimos desde San José a través del Parque Nacional Braulio Carrillo, uno de los más grandes de la parte central del país y cuya importancia radica en ser salvaguarda de los mantos freáticos que alimentan a las ciudades más pobladas. Pero, además, cuenta con una sorprendente biodiversidad y con algunos paisajes sobrecogedores.

Al parque se puede entrar por tres lugares diferentes: Quebrada González, donde parten tres senderos bien señalizados que permiten observar esta zona de bosque tropical húmedo; la segunda opción es ingresar por el volcán Barva –que cuenta con varios cráteres convertidos en lagunas donde los minerales proponen colores irreales–, para recorrer el lugar mediante cuatro senderos que se internan en el bosque nuboso y ofrecen vistas espectaculares; por último, está la zona de Sarapiquí, donde las aguas turbulentas del río del mismo nombre son una divertida invitación para los más aventureros, que se animan al rafting.

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Pero esta vez ponemos rumbo a Rainforest Adventures, un emprendimiento privado también conocido como Teleférico del Bosque Lluvioso. Este parque comparte una “frontera” de 10 kilómetros con el Parque Nacional Braulio Carrillo, tiene una superficie de 475 hectáreas con su mismo ecosistema y funciona como zona de amortiguación con los terrenos dedicados a la producción agropecuaria. Allí, vamos directo a subirnos a las góndolas que te llevan durante una hora y media por entre las copas de los árboles, acompañados de un guía naturalista que nos ayuda a no perdernos detalle. El parque cuenta también con una emocionante tirolesa y con siete senderos interpretativos de diferente dificultad, para aprenderlo todo sobre la vida natural de esta parte de Costa Rica.

3. Tortuguero

Las tortugas marinas verde, carey y baula, que cada año eligen las playas del Caribe costarricense para desovar, son las que dieron nombre a este parque de difícil acceso y, por lo mismo, repleto de experiencias asombrosas para quienes aman estar en contacto con la naturaleza.

Y digo “de difícil acceso” porque, aunque hay varias formas de llegar al pintoresco pueblo de Tortuguero, ¡donde no hay autos, sólo lanchas!, ninguna es por carretera. De modo que nos embarcamos en Pavona y navegamos una hora hasta nuestro destino, primero por el río Suerte y luego por el canal Penitencia. La navegación es hipnótica: uno no puede dejar de tener los ojos abiertísimos cazando con la mirada mariposas morpho de un azul intenso, garzas, reptiles, una tortuga negra aquí, un lagarto allá…

Los eco-hoteles (los hay para todos los presupuestos) están esparcidos por la peculiar geografía del lugar: un largo canal que corre paralelo a la costa caribeña, con ramificaciones que se internan por la selva, más el pequeño pueblito decorado con bellos murales.

Como están apartados unos de otros y todo el transporte es por el agua, los hoteles organizan sus propias excursiones en embarcaciones pequeñas, con motores que no armen mucho alboroto. Dado que la zona es extremadamente lluviosa, las salidas no se suspenden ni con el más torrencial aguacero, algo que le agrega un sabor especial a la aventura (de todas formas te proveen de un poncho impermeable para que no te sientas muy desprotegido).

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Pero el agua es vida y en el Parque Nacional Tortuguero eso significa que desde tu lancha vas a tener chance de ver los tres tipos de monos que habitan en la zona (cara blanca, aulladores y araña), pájaros como la jacana norteña, aningas, patitos cantil, chocuacos, guacamayas, también caimanes y basiliscos… Además de las tortugas gigantes, si visitas la zona entre los meses de julio y septiembre.

 

Publicado en la revista V de Volaris, diciembre 2016.

Escrito por:Jes Garbarino

Periodista y viajera. Armo la maleta (antes era mochila) cada vez que tengo oportunidad, desde hace más de 20 años.

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