Recorro la costa que Boccaccio, hace setecientos años, llamó en uno de sus cuentos la costa más bella del mundo. Lo es. Fulminada por el sol, se mantiene idéntica pese al paso de los siglos, emanando una belleza física, como si la belleza fuera una espuma, un halo, un rayo. Cosa única en el mundo, aquí la belleza genera directamente riqueza. Las personas viven con una especie de bienestar sereno, dejando que la belleza trabaje por ellas.
Pier Paolo Pasolini, escritor y cineasta italiano, agosto de 1959, en su libro La larga carretera de arena.
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