Tehuantepec era inolvidable. Todo lo que me había dicho (Miguel) Covarrubias era exacto (aunque olvidó que siempre había guardias femeninas en el baño matinal del río, que tiraban piedras a cualquier hombre o muchacho que se acercara a menos de 300 metros), pero su descripción no me había preparado para la peculiar atmósfera del lugar. Me lo había imaginado como un paisaje más o menos africano, salpicado de pueblos de aspecto español. Pero el campo no me recordaba África, ni tampoco me recordaban España las aldeas, pese a las rejas andaluzas. Paul Bowles, escritor estadounidense. Memorias de un nómada, Grijalbo Mondadori.